Colosio; a 30 años de su asesinato México aún tiene hambre y sed de justicia

Un día como hoy, 23 de marzo, pero de 1994, el candidato del PRI a la presidencia de la república, Luis Donaldo Colosio moría asesinado después de un mitin en la colonia de Lomas Taurinas, en la ciudad de Tijuana, Baja California.

Era el año de 1994, y México se preparaba para elegir a quien gobernaría el país entre el 1 de diciembre de 1994 y el 30 de noviembre del 2000, los candidatos eran desde la oposición el abogado panista Diego Fernández de Cevallos y el líder perredista y excandidato presidencial en 1988, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, mientras que el PRI, había elegido al exsecretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio Murrieta.

La campaña se desarrollaba entre un clima de tensión, ante el levantamiento zapatista en el estado de Chiapas, que había sucedido en enero de ese mismo año, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el ascenso del narcotráfico en estados como Baja California, Chihuahua, Sinaloa, Sonora y Tamaulipas; el país empezaba a tener grandes y complejos retos de entrada al cierre del siglo.

La designación de Colosio como candidato por parte del otrora partidazo, y por supuesto, del presidente Carlos Salinas de Gortari; generó fracturas entre las diversas corrientes del partido oficialista, entre los tecnócratas, que habían logrado posicionarse con las principales fuentes de poder al interior del partido y el gobierno, que, por aquellos años eran uno mismo en la práctica; pues los egresados de universidades como Harvard, en materias tan diversas como la economía, lograban ir desplazando a los líderes sociales, sindicales y a los abogados egresados de universidades nacionales.

La fractura llegó a un nivel tal que, cuando Colosio fue «destapado» como candidato a finales de 1993, otro de los precandidatos (o tapados), Manuel Camacho Solís, hizo público su desacuerdo con la designación de Colosio. Posteriormente, inició la campaña, sin mucha chispa y con algunos problemas, entre ellos el más importante, hacer creer a los mexicanos de nueva cuenta en el PRI, el partido que por décadas había gobernado, y ante el cual se alzaban los reclamos de los grupos zapatistas en Chiapas, guerrilleros que se alzaban en armas exigiendo mejores condiciones de vida para la población del sureño estado, atrasado durante décadas en miseria y pobreza, ante un TLCAN que el gobierno y Salinas querían vender como la solución a los problemas de pobreza y rezago que vivían desde décadas atrás.

En este contexto, Colosio pronunciaría el 6 de marzo de 1994 un discurso en el Monumento a la Revolución, en donde hablaba del rezago, de las exigencias de los pueblos indígenas que en donde pronunciaría la máxime de ver «un México con hambre y sed de justicia», un México de gente agravada, en una clara crítica a la corrupción imperante, que, fue visto como un rompimiento público con el presidente Salinas de Gortari. Esta máxime, que sería retomada por el candidato del PRI a la presidencia en 2018, José Antonio Meade Kuribreña y por la candidata del PRI y del PAN a la presidencia 30 años después, Xóchitl Gálvez Ruiz, aún parece mirarse como una realidad.

Y llegó la hora, la cita con el destino, el 23 de marzo de 1994, estado de gira por el estado de Baja California, y después de una serie de actividades con empresarios, el candidato del PRI tuvo un mitin en una colonia popular de Tijuana, Lomas Taurinas, que a espaldas del pujante y moderno aeropuerto Abelardo L. Rodríguez, y a escasos kilómetros de la frontera con los Estados Unidos, era el claro ejemplo del rezago y la pobreza, que, para sorpresa de muchos, se vivía, y se vive, en las pujantes zonas urbanas del norte de México. Ahí, luego de dar un discurso y concurrir, entre la desorganización del mitin llevado a cabo por el PRI local y con la canción «La culebra» de Banda Machos como fondo, sucedió el primer magnicidio de alto impacto en México desde el asesinato del presidente Álvaro Obregón en 1928. El presunto autor material, Mario Aburto Martínez, se encuentra preso desde entonces, y, hoy en día, ya más viejo, luchando por obtener la libertad, la cual, inclusive fue pedida ya por el mismo hijo de Colosio, Luis Donaldo Colosio Riojas, hoy candidato de Movimiento Ciudadano al Senado de la República.

Lo que siguió al magnicidio fue la preocupación, la percepción de que en nuestro país ya cualquiera podía ser víctima de un crimen artero contra su vida, inició la especulación y el pánico, y sobre todos afloraban las preguntas, quién y por qué, ¿La izquierda, los zapatias, el PAN (que gobernaba Baja California y Tijuana), el narcotráfico, los Arellano Félix, el PRI, Salinas, Manuel Camacho, quién? esa era la principal incógnita, una cuestión que el gobierno dejó en una versión oficial que señalaba a Aburto Martínez como autor material e intelectual, un asesino solitario, tan curioso como el magnicidio del presidente John F. Kennedy en los Estados Unidos, ocurrido 30 años antes en la ciudad de Dallas; Aburto el asesino solitario, tan solitario como Lee Harvey Oswald; Aburto el empleado de la industria maquiladora que cometió el asesinato más atroz que podía uno imaginarse.

Sin más, hoy a treinta años del magnicidio son claras varias cosas, y otras tantas más sucedieron en el andamiaje; nunca se supo en realidad quién mandó matar a Colosio, porque la investigación se halló viciada desde su inicio, ahí en Lomas Taurinas; nunca sabremos si en realidad se trató de una iniciativa (u ocurrencia) del mismo Aburto o si se trató en realidad de un complejo complot dentro de las estructuras del PRI; tampoco sabremos si Colosio hubiera sido un buen presidente o si el resultado hubiera salido igual o hasta peor que quien finalmente ganó la presidencia en 1994, Ernesto Zedillo Ponce de León, aunque diversas encuestas coinciden en que el colectivo social cree que si hubiera sido un gran presidente. Lo que sí sabemos es que posterior al asesinato de Colosio, el PRI se desquebrajó y perdió la presidencia contra el PAN en el año 2000, la recuperó en 2012, y en 2018 la volvió a perder, pero ahora con el naciente Morena de Andrés Manuel López Obrador.

Lo que también sabemos es que con la democracia no hubo grandes avances, sino que, México ya encontró otros difíciles retos que enfrentar como la crisis económica constante, una epidemia, una pandemia, y una situación de violencia generalizada que ha traído poco más de 100 mil desparecidos y algo así como unos 350 mil asesinados en tres sexenios, de tres partidos diferentes, que poco han hecho los tres para resolver esa gran problemática de seguridad. Nunca sabremos sin con Colosio hubiera sido diferente, pero si sabemos que tanto las fórmulas neoliberales como la fórmula de la Cuarta Transformación poco o nada han logrado en muchos temas, que aún temeos muchos pendientes que atender, y que, en efecto, seguimos ante un México que padece indolencia y que aún tiene mucha hambre y sed de justicia.